Ya sé que está de más
rodear de diques al corazón
porque siempre se filtrará agua
por alguna ranura o grieta.
Que vivir una vida sin sentirla
es como pasar de largo por las estancias
y desconocer por completo nuestro hogar.
Que el miedo resta y nos enjaula
como quien siempre va mirando el suelo
y no aprecia, en su ignorancia, una puesta de sol.
Desnudarnos
y dejar al sol que nos queme
con todas sus consecuencias
pero también a la lluvia
hay que aprender a escucharla,
sabernos sin ruidos
en sintonía de las ondas gravitatorias.
Escalar acantilados
y cruzar una cuerda suspendida en el aire,
arrancarnos los arnés,
desprenderse de los quitamiedos
y abrirnos de piernas
sin temor
a ser amada.
Ya sé que conoces mis miserias,
que arrastro una herencia
y la felicidad está dentro de mí
aunque un noventa por ciento
dependa de otros factores.
Pero cantaremos algún blues
de tristes azules
y bailaremos algún tango
con rosas en la boca.
Si ya lo sabemos todo
y está dicho
dejemos que sean las caricias
las que hablen
y el amor
quien nos duela.